jueves, 7 de junio de 2007

Identidad Patagónica / Cultura Viva



1-Identidad individual o colectiva

Cambiamos, evolucionamos, a veces nos enriquecemos y, en cualquier caso, nos transformamos mediante el contacto con los demás. Común a todas las culturas del mundo, por encuadrar ritualmente, lo más posible, las ocasiones más explícitas de contacto entre unas y otras. La identidad fosilizada, estereotipada, no es más que la soledad y, por el contrario, cuanto menos solo estoy, más existo.






2- Las culturas vivas son las que aceptan el cambio y el contacto. Al igual que la lengua, modelo de toda organización simbólica, que cambia cuando se la habla y que muere cuando ya no se la habla (en cierto aspecto, muere por que ya no cambia), la cultura, como los individuos, cambian o mueren. Las culturas vivas son conjuntos en movimiento sometidas a las tensiones y presiones de la historia.


3- Ninguna cultura conlleva en sí misma igualdad: cada una instaura dentro de sí jerarquías propias. El respeto de la diferencia y de la diversidad suelen ser mencionados por representantes de "culturas" que no reconocen, en su interior, ese derecho a la diferencia y a la diversidad. Y es legítimo juzgar a las culturas en función de ese derecho. No existe impunidad cultural. Ninguna cultura puede justificar racionalmente el rechazo al universalismo. La fórmula de Sartre, según la cual "cada hombre es todos los hombres" es, para este caso, la referencia última.


4- El multiculturalismo, para superar la contradicción entre cultura y universalismo, no debería ser definido como la coexistencia de culturas mónadas decretadas iguales en cuanto a su dignidad, sino como la posibilidad, ofrecida constantemente a los individuos, de atravesar universos culturales diferentes. El individuo no existe salvo por medio del conjunto de relaciones que establece con los otros, y es en este sentido cultural, situado en una historia y en un lugar. Pero su historia puede cambiar, y él puede cambiar en consecuencia. Los individuos son numerosos, y cada uno de ellos es "mudable y distinto", como decía Montaigne; la relación de cada individuo con la pluralidad de culturas y con la diversidad de cada cultura puede cambiar mientras no haya muerto. Pero en cualquier sitio donde se encuentre, y quienquiera que sea, sigue siendo un hombre. Y un hombre, por derecho. Los derechos del hombre conciernen a todos y cada uno de los hombres; cada hombre tiene derecho a establecer su propia relación con los otros y con la historia, de construir su propia "esencia" en el sentido existencial del término. El derecho del hombre, en este sentido, es del derecho a la existencia, a la libertad y a la elección. Así, un nuevo examen de la noción de cultura es indispensable para eludir las trampas intelectuales a las que esa noción sirve de coartada. La rehabilitación del individuo/sujeto es indispensable para fundamentar antropológicamente la defensa de los Derechos del Hombre. Dos tradiciones intelectuales contrarias, pero que a veces han sabido dialogar, el estructuralismo y el existencialismo, pueden convocarse para ayudarnos a comprender que las culturas son artefactos históricos necesarios, pero que la existencia del hombre genérico es al mismo tiempo el límite de toda hegemonía cultural y el horizonte de cada existencia individual.



Este texto es un fragmento de la conferencia "Cultura y alienación" que Marc Augé (antrópologo francés) pronunció recientemente en la Universidad de Perugia

No hay comentarios: